Secreto
El llamado Secreto de Fátima se tiene como núcleo del mensaje de Fátima y se refiere a las visiones y palabras que los pastorcitos testimoniaron en la aparición de julio de 1917. Este secreto, guardado durante mucho tiempo por los pastorcitos y dado a conocer a lo largo del último siglo, es conocido por sus «tres partes»: las dos primeras, redactadas en 1941, que constaban de una visión del infierno y de la devoción al Inmaculado Corazón de María; y la tercera, redactada en 1944 y revelada en Fátima en el jubileo del año 2000, que consta de la visión de la ciudad en ruinas.
No será difícil entrever en el secreto el libro del siglo XX, lo que este siglo tiene de conflictivo y dramático. Eso no significa que el secreto deba ser reportado al pasado; se refleja en lo presente y se proyecta en el futuro. Se ofrece como luz para la interpretación de la historia humana, como señal de los tiempos, que apunta hacia el ciudadano paterno y materno de Dios por la humanidad.
El secreto confirma que la historia es un proceso en construcción y que la oración, la conversión y el don de si -la proexistencia- son protagonistas en la narrativa humana. En la evocación del Inmaculado Corazón de María- icono, por un lado, de la ternura de Dios y, por otro, del acogimiento de esa ternura por parte de aquellos que, como María, se consagran a Dios- se reconoce el amago de la existencia y de la teología cristiana: el «secreto» del don, que es la revelación del amor. A la luz de Dios, esto es, la revelación del Don es el marco en el que el Corazón de la Madre se ofrece como camino que conduce a la redención a la historia humana, sufrida con los infiernos del mundo, pero imbuida de una esperanza confiante. Así, en la primera parte del secreto, con la visión del infierno se recuerda la opción fundamental e histórica a la que el hombre es invitado; pero la visión no se completa si no con los ecos de esperanza del Corazón Inmaculado y de su devoción. En la segunda parte, en la petición de la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado se hacen eco las atrocidades de la historia humana del último siglo; pero se renueva la invitación a la confianza en la promesa del Corazón, en la palabra final de la ternura de Dios. Finalmente, en la tercera parte, la empinada montaña y la ciudad en ruinas serían el retrato de lo absurdo no por la presencia de la gran cruz, si no por la fuente de la sangre con que se lava la humanidad.
El eco de este secreto anunciado es un eco de confianza en el triunfo del Corazón. De esta confianza brota la invitación a la proexistencia, al don de sí que, transformado en programa de vida, será el secreto que se ofrece en Fátima.
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